Project Description

 

Adeu tristesa 2000. Tela y 270 naranjos muertos.

La idea para el proyecto ‘Adéu Tristesa’ surgió por primera vez en 1997, cuando en la zona interior de Gandia vi unos campos de frutales (esos arbolitos modernos diseñados para ser prácticos y manejables ) que después de haber sido podados, tenían una forma totalmente geométrica como si fueran unas estructuras básicas.
Al ser invierno y no tener hojas me recordaron a algo como puede ser el esqueleto de un paraguas y nada mas verlos me los imaginé terminados, es decir, cubiertos con telas. Me entusiasmó la idea, pero hubo algo que no me convencía.
Aquellos frutales eran árboles vivos, sensibles seres vivos, y para ejecutar mi idea y poder tensar las telas, tendría que graparlas con cientos de grapas en cada uno de ellos. Descarté la idea. ¿ Como podía pretender aportar algo en el paisaje, torturando a los árboles ?

Dos años después, al ver la enorme cantidad de campos de naranjos muertos que van apareciendo alrededor de Valencia, de repente me acordé de los árboles-armaduras de Gandia. Llegué a mirar a través de la nube gris, formada por la infinita cantidad de ramitas de un naranjo muerto, hasta percibir su estructura básica.
Todos estos árboles se habían muerto de la tristeza, el sida de los cítricos. Realmente tenían un aspecto muy gris y muy triste.
Ahora ya cuadraba todo, la intervención iba a ser un proyecto de transformación, una cuestión de vida o muerte, un homenaje a ese árbol tan Valenciano, a su fruto y a su flor, el azahar.
Empecé la búsqueda de campos, sus dueños y – lo más complicado – algún dueño que me diera permiso para realizar este proyecto.

Comenzamos a trabajar un año después.
Al ‘quitarles la tristeza’ cada árbol se reducía a un tronco con sus ramas principales y cuando empezamos a tensar y grapar las telas alrededor de las ramas es cuando realmente se revelaba la forma básica de cada naranjo. Me emocionaba descubrir que cada árbol tenia su forma única, según la dirección y posición de sus ramas. 270 sorpresas. Además me di cuenta que utilizando toda mi creatividad no hubiera sido capaz de diseñar tanta diversidad de formas, ni hubiera llegado a unas formas tan extravagantes u originales y me acordé de la frase NATURA ARTIS MAGISTRA.

La intervención fue efímera y los árboles volvieron a vivir y a dar vida durante seis semanas
en primavera.

Monique Bastiaans